Adoro a Buenos Aires con sus cuarenta y ocho barrios oficiales y los que nos inventamos los porteños porque pintó*. Cada barrio tiene el cuadro* de sus amores. Su feca* atendido por un mozo de camisa y chaleco, y el café de especialidad del pibe* que se recibió de barista. Nunca falta el aroma a manteca y pan por la mañana. Al mediodía, perfume de asado de obra. A la tarde, veredas para caminar, aunque den vértigo en Barrancas de Belgrano. Perros y gatos por doquier. Pajaritos en los árboles a pesar del asfalto (algún zorzal y palomas, muchas palomas).
Adoro a Buenos Aires porque es pálida y sobria en Recoleta, y colorida y tanguera en La Boca. Por la Casa Amarilla y la Casa Rosada. Los tachos* como abejas, los bondis* que la recorren de punta a punta.
Adoro a Buenos Aires, tan internacional en Retiro, barroca y colonial en la iglesia de Santo Domingo. Bacana* en el norte, popular en el sur. Trabaja como una hormiga en el microcentro. Hace fiaca* en las casas chorizo* de Flores. Lunga* en San Nicolás, pulguita* en las mil casas de Liniers.
Adoro a Buenos Aires porque es pipí cucú* en la calle Thames. Viste art nouveau en el palacio Barolo, y art decó en el Kavanagh. Es canchera* en la Plaza Serrano, baila chacareras en Mataderos y colecciona antigüedades en San Telmo. Vende muebles en avenida Belgrano, baldosas en Alberdi y ropa por todos lados.
Adoro a Buenos Aires por la librería más linda del mundo, por esa que nunca apolilla* y por aquella que parece una nave espacial. Tiene a Saturno en el Planetario, un museo de ciencias naturales para el asombro. Un parque para la memoria.
Adoro a Buenos Aires porque tiene un aeroparque y un puerto, pero no siempre los necesita. Viaja a España en la avenida de Mayo. A Francia en la avenida Alvear. A Inglaterra en las construcciones ferroviarias. Es exótica en los dragones de la galería Mitre, talentosa en el Teatro Colón. Ancha y apurada en la 9 de Julio, baja un cambio en los pasajes. Orgullosa de la lindura de la fuente de las Nereidas y de la fealdad de la estatua del Quijote.
Adoro a Buenos Aires porque nos junta en el obelisco para gritar los goles de la selección. En la costanera a comer choripanes. En Palermo para festejar la primavera. En Plaza de Mayo para manifestarnos como pueblo.
Adoro a Buenos Aires por las 93 especies de rosas del Parque 3 de Febrero. Las miles de hojas del Jardín Botánico. Los jacarandás que llueven y las tipas que lloran. Los lapachos de flores rosas al costado de las vías. Las plantaciones de trigo en Agronomía. Los naranjos de Villa Devoto.
Me encanta por sus fieras urbanas: los peces koi del Jardín Japonés, los patos de Parque Centenario, las vacas de la Facultad de Veterinaria, los caranchos de la plaza Arenales, los murciélagos de las cúpulas. Y faltan las fieras ocultas en los matorrales de la Reserva Ecológica.
Adoro a Buenos Aires, la que mete miedo con las bestias mitológicas de las gárgolas. La que nos cuida con el Cid Campeador en Ángel Gallardo. La que enseña el arte de morir en el cementerio de la Recoleta. La que mantiene eterna la llama sanmartiniana en la Catedral.
Adoro a Buenos Aires porque dibujó una Jirafa en un mural de Monte Castro, y decora la Paternal con homenajes a Maradona. Y si eso no te gusta, Buenos Aires te espera en Segurola y Habana.
Adoro a Buenos Aires por sus chifladuras*: la estación fantasma del subte A, el zoológico sin animales, el barrio Villa Mitre que nadie conoce, la confusa esquina de Floresta en donde Cervantes se cruza con Magariños Cervantes, el Hospital Naval que parece buque, el eterno bobo* roto de la Floralis genérica.
Adoro a Buenos Aires porque, aunque bulliciosa, medita en un rincón del parque Avellaneda. Porque juega al ajedrez en las plazas, come helados a toda hora, compra figus* en el quiosco de la esquina.
Adoro que sea un poco arisca. Y que esté siempre dispuesta a darte una mano. Siempre.
Me encanta que tenga mil nombres: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, CABA, Capital Federal, Baires. Y me encanta que se abrace al AMBA.
Adoro a Buenos Aires porque me divertí patinando en ATC. Aprendí a tomar mate bajo el ombú de Parque Rivadavia. Me enamoré comiendo pizza en la calle Corrientes. Porque acogió a mis abuelos polacos. Porque en ella di a luz y enterré a mis muertos.
Amo a Buenos Aires porque es hogar, es familia.
Amarla de lejos es un quebranto*; suena Mi Buenos Aires querido y se me pianta* un lagrimón.
*Glosario
Apolilla: duerme.
Bacana: adinerada.
Bobo: corazón.
Bondi: colectivo.
Canchera: a la moda.
Casa chorizo: casa en la que todas las habitaciones dan a un patio longitudinal.
Chifladuras: rarezas, cosas locas.
Cuadro: equipo de fútbol.
Darte una mano: ayudarte.
Feca: cafetería, café.
Hace fiaca: holgazanea.
Lunga: alta.
Pibe: joven.
Pianta: escapa, suelta, larga.
Porque pintó: porque tuvimos ganas.
Pipí cucú: atractivo, perfecto.
Pulguita: petisa.
Quebranto: aflicción, dolor, pena.
Tacho: taxi.